24 marzo 2010

Caminata

Luego de unos dos años sin utilizar el transporte público de Hermosillo, anoche me subí a un camión de la ruta 4 que, para bien o para mal, a los 10 metros de la parada, se quedó tirada.
Me dio mucha risa la situación, y me percaté de que estaba agusto de estar ahí sin prisa, sentada, leyendo una revista (porque felizmente el camión era nuevo y tenía luz jeje) y nada más.

Miré hacia atrás para observar al resto de los personajes-compañeros de camión: Dos empleadas con uniforme de maquiladora, un estudiante con camiseta azul añil, universitarios y varias señoras mayores. Las mismas caras cansadas, las miradas perdidas de siempre. Las cosas en el mundo son iguales todo el tiempo, uno es el que va cambiando de posición.

Se bajó el chofer y yo atrás de él. Dijo que en 10 minutos pasaba el otro ruta 4 a recogernos, pero iba pasando un 18, que también me servía, así que lo tomé.
Esta unidad estaba más maltratada, oscura, la típica.
-Qué pasó, se descompuso?- preguntó el conductor.
-Sabe, se le apagó-
-Y eso que es las nuevas- ironizó.

Unos 15 minutos después estaba en tierra. Crucé el periférico y me interné en las calles de mi colonia, y en el camino recordé lo diferente que se ven las cosas cuando se va a pie.
El parque donde aún se reúnen algunos viejos amigos, la calle por la que caminé con mi amigo Andreas un 31 de diciembre rumbo a su primera misa católica. Los mismos espacios que a diario traspaso metida en mi cápsula de acero y tiempo, tan concentrada en nada, que apenas y los veo.

Unos metros antes de llegar a mi casa, iba disfrutando la idea de qué tal vez mis pasos contribuyen a la rotación de la Tierra, y cómo los vehículos nos quitan un poco de ese contacto.
Cuando llegué a mi hogar me di cuenta que no traía llaves, las había dejado junto con las del carro en el taller mecánico. Ups! Deseé tener mi carro para ir por ellas!!
Jé, bueno eso no es cierto. Dije: Mañana voy por mis llaves, hoy toco la puerta.
Con todo esto no estoy diciendo que renunciaré a los carros para ser una peatona de hueso colorado, solamente que es interesante desprenderse de ellos por unos días para disfrutar las calles. Ahorita me lo están reparando, para que quede al 100, por si algún día pasa a unas buenas manos diferentes a las mías.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Que no tenías un compa que te puedía mover? Jé.

Quiques.

Alejandra Meza dijo...

jajaja... creo que sí, pero quería vivir la experiencia.