04 marzo 2010

Males crónicos

Aquella tos fue diferente porque en vez de aire expulsó letritas en cantidades industriales.
Juan José supuso que eran restos de todas las palabras que nunca había dicho.
Entonces empezó a aprovechar cada acceso de tos para expulsar cantidad de palabras tal que podria haber armado un volumen de Enciclopedia con ellas.
En el baño de la oficina, el elevador, las escaleras, a veces en su escritorio cuando tenía ganas de arriesgarse, ponía a prueba su capacidad expectorante y echaba miles de consonantes y vocales que formaban palabras antes diluirse en el aire.
A veces disfrutaba cubrirse y sentir pequeños ríos de letritas correr entre sus dedos.
Con cada palabras suelta, frase u oración inconclusa, Juan José recordaba algún episodio incompleto de su vida.
No obstante, un día le invadió la congoja enorme de sentir que estaba soltando más palabras de las debidas.
Fue a la farmacia en busca de algún medicamento que le parara la tos de inmediato.
-Tos seca o con flemas?-
-Con palabras-
Mientras caminaba a casa con las manos vacías, se preguntó si algún te y reposo podrían surtir el mismo efecto que un antitusivo. Lo puso a prueba y al parecer le funcionó, pues de repente, un día dejó de toser letras. Ahora sus compañeros de trabajo se preguntan por qué entrará tan seguido al baño.

2 comentarios:

Enrique dijo...

Por un percance.

ppon dijo...

conozco a varios con esa problematica, al parecer hasta les produce placer.