La primera sesión del taller de crónica fue un jaloncito a esa mordaza mental. Las palabras de mi interlocutor, fueron un elíxir que hace tiempo no probaba. Y ese café, una jaula temporal para mis pensamientos vagos.
Me hizo ilusión sentirme materia receptora de conocimiento. Saborear el despertar de las ganas; sentir que puedo crear y (re)crear lo que pasa cada día por mis sentidos.
Los minutos transcurrieron y me descubrí a mí misma en la faena de intentar atrapar cada frase y cada palabra, cacharlas en el aire y acomodarlas en forma pausada y precisa en mi cerebro.
Contadas son las veces en que presiento que puedo aprehender lo que aprendo, y esta es una de esas ocasiones. Y es que si es escribir es un proceso doloroso, me declaro apta para soportar varias dosis de masoquismo.
2 comentarios:
entonces imagino sera una dolencia crónica ..
sweet!
Que bueno verte escribir de nuevo.
Publicar un comentario