Abrí los ojos y me descubrí en un asilo, viviendo la pesadilla que nunca quise soñar: la soledad al final de mis días.
Los surcos en mis manos delataron los años vividos en un santiamén. En un pestañeo.
Intenté cerrar los ojos y volver atrás pero, a borbotones, el agua salada dificultaba la acción.
Los abrí por completo; en la mirada de un anciano reconocí tus ojos y supe que aún estaba a tiempo.
2 comentarios:
Veo que has estado haciendo la tarea. Pero no vas a clase, así cómo? jajaja
Usas mucho la palabra santiamén, en la otra historia (el cuento defecante) también recurriste a ella.
Buen cuentito. Me gustó.
jajaaja.. en un santiamén te voy a %$"# por andarme levantando falsos....
yo sí voy a clases =P
gracias por el tip
Publicar un comentario