Una foto donde un letrero de “Cuida las áreas verdes” tiene más vida que
las propias áreas verdes que busca proteger es algo absurdo, pero real. No me
sorprende la falta de áreas verdes en una ciudad desértica. Tampoco creo que los
hospitales públicos deban tener suites como los hospitales privados. Más bien
lo que me provocó este letrero fue cierta indignación por el menosprecio
general hacia la salud mental. ¿Por qué una ciudad procura mejores espacios para
los automóviles que para sus esquizofrénicos y sus deprimidos?
Que la hora de visita en un hospital siquiátrico implicara buscar uno de
los escasos metros cuadrados de sombra provistos por árboles no más numerosos,
escuchando inevitablemente conversaciones de otros pacientes y sus familiares, y conversando en la
medida que lo permitiera el telón de fondo que es la sequía, me hizo pensar en
el tema de los trastornos de la sique. Siempre me ha intrigado lo que sucede en
la mente de quienes padecen algún trastorno mental. ¿Son más felices durante
sus episodios de cordura y racionalidad, o están mejor cuando sus periodos
críticos los alejan de la sociedad?
Quizás permanecer en la “normalidad” y desenvolverse entre los que, según
los parámetros sociales, somos funcionales, sea para un paciente siquiátrico un
asomarse a la sequía de la existencia. Una aridez que no les invita a la vida.
Salud por ellos, para que, al menos en sus episodios de locura, encuentren esas
áreas verdes cada vez más inexistentes en la realidad.
1 comentario:
Loco pero feliz, pues.
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