12 abril 2006

Anécdota

En aquella ciudad que tanto me gusta, pasó una vez, que fui al panteón municipal, a visitar las tumbas de algunos familiares.
El terreno en ese panteón, es muy extraño, tupido de lomas y pequeños valles. A un lado, está la famosa y a la vez, misteriosa cárcel de la que tanto había escuchado en mis viajes anteriores.
El clima, delicioso como el de todas la tardes que he podido pasar allá. El cielo, sombrío como nunca.
Recorrí buena parte del panteón para encontrar las tumbas de mis parientes. Me entretuve intentando pronunciar los impronunciables apellidos japoneses que predominaban en gran parte de las tumbas.
Allá, hubo una época en que los japoneses dominaron el comercio local, más o menos como lo hicieron los chinos aquí a principios del siglo XX. Los descendientes de esos japoneses, pertenecen actualmente a la clase alta de la ciudad. Por eso sus tumbas son de las más arregladitas.
Justo cuando estaba observando una de éstas, me acordé de la cárcel, y me quedé mirando la torre de vigilancia por un rato, intentando comprender si sería posible lo que se comenta acerca de esta.
Y lo que se comenta es lo siguiente:
Dicen, que una de las 427 tumbas, es en realidad la entrada a un túnel que se conecta con uno de los baños de la cárcel. Túnel por medio del cual se han escapado numerosos reos, haciendose las autoridades de la vista gorda. Mientras seguía pensando en eso, sentí una ráfaga de viento helado que pasó por detrás de mi, acompañada de escalofríos.
Giré en mi eje en una fracción de segundo, y sin embargo, lo que pasó corriendo (o volando) atrás de mí, ya había avanzado unos 100 metros, y al llegar al muro lateral del cementerio, desapareció sin dejar rastro.
Seguramente, esperarán que diga que me quedé 'helada', en shock, o más dramaticamente, que me desmayé. Pero no pasó nada de esto. Mi espíritu periodístico entró en acción, e inmediatamente escaneé todo el territorio, buscando la tumba de la que seguramente habría salido lo que según yo, era un reo en proceso de fuga.
Corrí hacia donde mi instinto me indicó que estaría esa tumba. Y en efecto, la encontré. Para variar, era de un japonés. Pero en ella no había un túnel. Sólo quedaban los vestigios de lo que en algun tiempo fue un ataúd de cedro, abierto completamente, cual si alguien acabara de abandonarlo.
Recorrí las 426 tumbas restantes, pero todas estaban en completa calma, en buen estado y, lo más importante, completamente cerraditas. Sólo quedaba algo por hacer.
Ir a la prisión, y no salir de ahí, sin estar segura de que todos los presos seguían en su lugar y ninguno había escapado.
Hasta que me acerqué, me percaté de que el edificio estaba en completo abandono.
'Hace 2 años que trasladaron la cárcel a otro edificio, ahorita lo están preparando para convertirlo en museo', me dijo un velador.
Ahora sí, me quedé helada.
Una hora después, ya en carretera, la imagen, entre mas la pensaba, mas se iba borrando de mi mente. Sin embargo, el olor a muerto (a muerto viviente) que percibí en aquella tumba, se iba haciendo cada vez más fuerte.

4 comentarios:

Alfonso dijo...

Que miedo!!!!!!!!!!!

Vean "Hostel"

La Sombra dijo...

Me gusta la historia... noto tu esceptisismo (suponiendo que la historia fuera verídica) y me agrada que hayas utilizado la lógica y no te hayas dejado llevar por lo "sobrenatural". Repito en caso de que la historia fuera verdad.

La Sombra dijo...

Me gusta la historia... noto tu esceptisismo (suponiendo que la historia fuera verídica) y me agrada que hayas utilizado la lógica y no te hayas dejado llevar por lo "sobrenatural". Repito en caso de que la historia fuera verdad.

Enrique dijo...

No es serio ese cementerio. Quizá la vieja ánima de un viejo samurai le rindió una fría caravana y se largó a donde tenía, total, el cielo puede esperar.