07 junio 2007

La Señora del Pan

La Señora del pan pasaba todas las tardes de todos los días por las calles de Las Quintas. Nadie sabía mucho de ella, salvo que cuando bajara el sol, si salías a tu porche posiblemente verías pasar a la Señora del Pan y entonces podrías comprarle una o varias piezas de las que ella cargaba en la caja de plástico que traía entre sus brazos.
La Señora del Pan era gorda, alta, vestía siempre de negro, caminaba con dificultad y a veces se hacía acompañar por un niño bastante parecido a ella y que tambien batallaba para caminar.
Pero lo que más destacaba en ella era la sonrisa que se pintaba en su rostro a la menor provocación. Era franca y sencilla, y dejaba entrever una delgada hilera de dientes pequeños y desgastados.
En la década de los noventa, las tardes fueron felices para los vecinos de Las Quintas y Residencial de Anza, hasta que la Señora del Pan dejó de venir repentinamente.
Nadie supo nunca el origen de esta señora. Nadie sabía que la Señora del Pan provenía de la costa veracruzana, ni que aprendió a hacer pan en un horno de leña del pueblo cercano a la playa donde nació, ni que llegó a Sonora huyendo de un viejo amor mal correspondido.
De lo que siempre tuvieron la certeza, fue de que su pan era de los mejores que habían probado, porque tenía un cálido sabor, como el del pan cocinado en horno de leña.

03 junio 2007

Me había tocado ya, en mi hasta el momento corta carrera reporteril, sufrir algunos gajes del oficio y sortear varias dificultades, pero lo de hoy fue verdaderamente una experiencia diferente.
Entrevisté a alguien que en verdad constituyó un "hueso duro de roer", pero a la vez, y después de hacer un pequeño berrinche (que no fue tan pequeño, más bien duró todo un día), me quedé con la firme idea de que la experiencia fue de profundo aprendizaje, algo que no se encuentra todos los días.

Durante los primeros minutos no entendía si el entrevistado me estaba evadiendo las respuestas o en verdad yo era la que formulaba mal las preguntas. No puede estarme pasando esto, se supone que hoy es mi día de descanso!, fue lo que pensé.

-Cómo te llamas?
-Qué cómo me llamo? yo no me llamo de ningún modo, a mí la gente me llama con un nombre, pero yo no me llamo de ningún modo.
-Bueno, pero entonces entonces cuál es tu nombre?
-Mi nombre? No tengo un nombre, soy un ser humano simplemente, el nombre y el apellido constituyen sólo una etiqueta que las personas se ponen para marcar una diferencia que en realidad no existe.
-Cómo te puedo identificar?..
-Simplemente soy un ser humano
etc, etc....

El diálogo anterior ejemplifica a grandes y breves rasgos lo qué pasó. Y entre más me hacía batallar, más "me sacaba el tapón", y más pasaba de ser una entrevista a un desafío personal. La entrevista no siguió un orden lógico, se basó en hacer las mismas preguntas con diferentes palabras y meter otras que brotaban de mi curiosidad personal.

Entre más me molestaba, más interesante se me hacía su persona, y más se convertía en un reto para mí. La verdad no sé si el material me servirá o no para el fin original, pero al menos me quedo con la idea de que a veces la gente que más sabe, más se rehúsa a compartirlo.

Saldos:
- Dos tres reflexioncillas sobre el sentido de la existencia.
- Bastante paja en la grabadora.
- Dolor de espalda.

Conclusiones:
+ La documentación previa a las entrevistas nunca será suficiente.
+ Aceptar que él otro es más inteligente que tú requiere algo de sabiduría, sentirte menos inteligente que los demás puede ser realmente tonto.