07 septiembre 2009

Página blanca

Amalia se sentía como espiada, misteriosa y delicadamente suspendida en el aire por unos dedos gigantes que la sostenían. Vivía con la sensación de cumplir todos los días y al pie de la letra su destino: la rutina de un desayuno de huevo envuelto en tortilla, de café colado en el auto y de terminar sus 28 años estrellada en un camión de puercos en el periférico.
Y al día siguiente repetir la historia: salir a las 8:25 de su hogar ubicado al Poniente de Hermosillo, tomar camino al trabajo y truncar sus sueños y la vida de unos cuantos puercos. Inevitable rutina…
Pero ¿Qué más puede pedir la protagonista de la nota principal de la sección policiaca de un diario de ciudad?