30 noviembre 2008

Pollito

El pollito que me regalaste en mi cumpleaños, porque sabías que los perros, como el que mi abuela le dio a mi hermana, a mí no me gustan, ni tampoco los gatos me gustan porque me dan alergia, de hecho no sólo no me gustan, sino que también siento como que los odio, bueno, aunque no sé si eso es odiar, tal vez ellos me odian a mí pero yo lo que siento por ellos no es tan fuerte como el odio, además que procuro no odiar para no desperdiciar energía, y es que una vez, un gato me miró feo y yo intenté devolverle la misma mirada, y creo que no funcionó porque él la hizo aún más fea y luego se fue, y es que las miradas de gato, aunque profundas, no me gustan, prefiero las profundas, pero bonitas como la que tenías tú, hasta aquél día que la cambiaste por una difusa y distante cuando me diste el pollito, al que cuidé mucho mucho, pero se me murió ayer. Quiero un pollito.

25 noviembre 2008

La Noche

Es la pared que separa al tiempo del tiempo
que es cubierta y a la vez contenido
que traga penas y libera suspiros
que recibe con resignación de madre
a los agobiados y los desvalidos
y los derrotados y también los vivos.
Que es manta que cobija y destapa
por tiempos iguales,
que retira lo que comparte
como un novio arrepentido,
que sofoca gritos de auxilio y
también de placer.
Es himen que se rehace por sí mismo
para recibir a su contraparte el día
que se sumerge cada tantas horas.
Es la materia incolora, insabora e inolora
que a la vez posee todos los colores y sabores y olores del mundo.
Mezcla de todas sensaciones.
Y es sobre todo, de los agotados el elixir,
y el silencio sepulcral que calma.

15 noviembre 2008

Feria del libro

Un tipo gordo sentado adentro de un Tsuru rojo acaba de disparar a una muchacha de blanco que caminaba sola sobre la banqueta. La muchacha se desploma, él ha soplado a la punta de su pistola y se la ha enfundado entre la cadera y el pantalón.
La muchacha de blanco, en su camino entre la Feria del Libro y su lugar de trabajo, pensaba, que un personaje de cuento era una persona común y corriente, sorprendida por un hecho extraordinario en medio de uno ordinario.
El gordo, por su parte, había decidido que a su vida le hacía falta un hecho extraordinario en medio de su ordinaridad.

En un stand de la feria, una muchacha de blanco hojea un libro de pasta roja. El hombre gordo que pasa a unos metros de ahí, le guiña un ojo. Ella sonríe.

14 noviembre 2008

CONTRATO

TITULO PRIMERO.
CAPITULO 1.
Artículo 1. Te seguiré queriendo aún cuando mis huesos ya se hayan convertido en polvo.
(No aplica en casos de incendio premeditado)