23 agosto 2008

GOTA

¿Como suena una gota de lluvia al caer?
Manuel, con su mentecita de 10 años, había intentado imaginar ese sonido. Tenía esa imagen en su cabeza, la de una lluvia de una sola gota estrellándose en la tierra. Pero la escena siempre era silenciosa.
Ese día, un estanque de agua oscura había amanecido unos kilómetros atrás de su casa. En el hoyo donde Marcos, Adriana y él se ponían a buscar latas y otros tesoros.

Estaba acuclillado en la orilla viendo a los dos hermanos chapotear. Marcos siempre líder, siempre cuidadoso y vigilante. Adriana, tan distraída como bonita. Se preguntaba cómo sería tener una hermana. A lo mejor era como una mamá o una maestra pero en chiquita, y no tan cariñosa como aquélla, ni tan regañona como esta.
Se dejó caer hacia atrás, estiró las piernas, se puso la gorra sobre la cara y, con las manos entrelazadas sobre la panza, cerró los ojos y dejó que el viento y el sol lo llevaran al sueño.

Un chapoteo como el de una rana gigante lo despertó. No se dio cuenta en qué momento se había quedado dormido. No alcanzó a distinguir nada, veía sólo cuatro brazos y dos cabezas, que entraba y salían, entraban y salían del agua estancada. Corrió y estiró su brazo, jaló a Adriana hasta que ésta se agarró de un pedazo de poste viejo que había en la orilla, pero a Marcos, a Marcos lo perdió de vista. Todo pasó bien rápido y antes de pensar, ya él y Adriana y gritaban a todo volumen el nombre del otro niño. Y ya pronto se había acercado Karla, otra niña que buscaba tesoros, y que después fue la que volvió con adultos.
Pronto ya estaba ahí el papá de Marcos. Manuel no lo vio venir, sólo lo vio ahí parado, en la orilla del estanque viendo como unos bomberos sacaban del líquido chocolatoso el cuerpo de su primogénito.

El papá de Marcos era muy bueno. Se parecía a Adriana, pero tenía un semblante serio como el de Marcos.
Una lágrima cayó del ojo del papá de Marcos y se estrelló contra una roca en el suelo. Explotó tan fuerte, que el eco se quedó grabado en los oídos de Manuel durante el resto del día y toda la noche.

Muting

Silencio
palabras guardadas
un tornillo en tu garganta
que desprende un sabor amargo y dulce
como de fierro y sangre.

Y tú que siempre diste mucho
y pediste poco,
hoy exiges una respuesta pero no te atreves
a hacer la pregunta.

Un cuchillo invisible enterrado en tu garganta.

16 agosto 2008

El sueño de Saint-Exupery

(Ejercicio de clase, en el que debíamos inventar el sueño de un personaje famoso).

La tarde del 31 de julio de 1944, el francés que escribió El Principito tuvo un sueño.
Soñó que estaba sobre una loma de arena blanca contemplando una puesta de sol que nunca terminaba.
Todo a su alrededor era luminoso y líquido. Súbitamente, el llanto de un bebé irrumpió en su éxtasis. Al girar la cabeza, encontró que Consuelo, su mujer, llevaba un niño en el vientre. Alcanzó a percatarse de que el bebé, a pesar de sus pocos meses de formación, era rubio y hermoso. Era el principito y era su hijo. Una sensación fría y cálida a la vez caminó de su pecho a su cerebro, desembocando en una sonrisa. Consuelo, en cambio, lo veía sin mirarlo, con sus manos sobre la panza.
Entonces él sintió desconsuelo ante la decepción que su esposa sentía por él. Recordó a la flor que en su libro tanto amaba El Principito y deseó haberla hecho con más esmero. Quizás debió escribir un libro especialmente sobre esa flor que también él amaba.
El llanto del bebé lo sacó del sueño dentro de su sueño. !Dibújame un avión!, dijo la creatura.
Saint-Exupery pensó en hacer mejor un dibujo del él con el principito en sus brazos para guardarlo por siempre. Pero al estirar su brazo, intentando alcanzar un lápiz, se despertó abruptamente, mientras el avión que tripulaba caía lentamente.
Fue la última misión del escritor y aviador francés.