13 junio 2008

Cimarrón multicolor

Como cada tarde, entre las 6 y las 7, don Miguel ve correr la sombra de un cimarrón entre los cerros.
Es bonito espectáculo para él, gratuito y al atardecer, que a la vez le recuerda que está por concluir su turno de este día en el estacionamiento del Centro Ecológico.
Desde que empezó a trabajar ahí, hace 10 años, el movimiento del animal no había sido nunca tan intenso. Pero siempre lo ha disfrutado igual, pues le recuerda a los que, de pequeño, veía en los ranchos cercanos a su pueblo.
El calor durante esta jornada es sido agobiante. Su cuerpo lo ha resentido desde media mañana. Percibió desde que se despertó y antes del café de la mañana, que su organismo ese día no tendría humor para aguantar mucho.
El galope del cimarrón esta tarde es más fuerte que el habitual. Don Miguel siente como si el cimarrón estuviera trotando, pequeño y rítmico, dentro de su pecho.
De pronto se descubre a sí mismo semirecostado en el tronco inclinado de un mezquite. Los ojos le arden y riachuelos de sudor cubren su rostro.
La sombra del cimarrón se torna roja, azul, amarilla, morada, naranja, toma múltiples tonalidades. Y ahora se desprende de la superficie rocosa, pareciera venir hacia don Miguel, galopando con una potencia cada vez mayor. Cada vez mayor.
Hasta que choca con don Miguel, quien no hace ningún gesto, sólo esboza una pequeña sonrisa antes de que la sombra multicolor se funda en él. Un golpe de calor ha tumbado a don Miguel.
Ahora es él quien, como lo soñaba de niño, disfruta de un paseo eterno montado sobre un borrego cimarrón, como aquel que veía en su pueblo.