No era un sueño.
Desperté y ya no era yo,
era mi alma,
sujetandose con las uñas
a los últimos vestigios de mi cuerpo.
Caliente aún la carne,
los poros ya no respiraban,
y en el fondo, tímido,
un débil latido se rindió.
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Esto lo escribí el 12 de Octubre de hace dos años. Se me perdió por más de un año y hace poquito lo pude rescatar de entre los escombros digitales.